(29-11-1996) ¿Hasta cuándo es
aconsejable llevar chándal? O mejor dicho: ¿Cuál es la edad en la si llevas
chándal a diario te miran como un bicho raro o se pueden reír de ti en tu cara?
La respuesta creo que es ‘pasados los 17 o 18 años -como máximo-’ (a no ser que seas un habitual de los polígonos industriales... de noche y en fin de semana, es decir, con nocturnidad y alevosía). Cuando se acaba el B.U.P., y con
él las clases de Educación Física (‘Gimnasia’ para los amigos), la gente, en su
mayoría, no sé por qué extraño motivo pero deja de comprarse chándales, o como
mucho se “agencian” uno bueno que ya les durará para toda la vida (salvo que la
barriga dicte lo contrario), hasta que se jubilan, que entonces es muy “molón”
ver a un veterano de guerra equipado con ropa deportiva, ¡claro que sí!, que se lo han
ganado: ya toca descansar y disfrutar de las comodidades que nos da la vida…
entre ellas el algodón de cintura para abajo (yo, personalmente, no recomiendo el maldito táctel, porque se puede caer en el error de que te confundan por la calle con un 'yonki').
El
ciclo de cine está siendo un exitazo, aunque debo confesar y confieso que ayer
esperábamos más adictos para ver a los Ewoks y seguir haciéndose fotos con el
Soldado de Asalto Imperial: en la sala habían algunas butacas vacías… cosa
que solamente Alberto y yo tuvimos en cuenta puesto que el público asistente lo
pasó por alto, pero por muy alto (vamos, tan alto que ni Sergei Budka lo saltaría
con su pértiga). El motivo no fue otro que ver aparecer a Emilio con su chándal
rojo Adidas y sus zapatillas a juego (pantalones, sudadera-chaqueta y
deportivas)... que parecía un adolente de película de instituto americana de los años 80. Durante toda la emisión del Episodio VI pudimos observar que se
hacían corrillos para hablar del tema… y nuestro compañero tan tranquilo, a
nuestro lado, como si la cosa no fuese con él. De ahí que cuando llegamos a
casa, y aprovechando que Emilio desapareció sospechosamente, Alberto, María, Lucía (su amiga) y yo no pudimos evitar debatir sobre hasta que
edad es prudente ir en chándal a los actos públicos (y peor aún pareciendo uno de los Beastie Boys, que sólo le faltaban las gafas de sol, la gorra de lado y un reloj de cuco colgando de su cuello con una cadena de oro macizo). A todo esto, yo pienso que el modelito es espectacular y ya lo quisiera para mí,
pero desde que este verano pasado yendo en autobús a Benicàssim me quedé
medio-dormido y al despertar estaba medio-empalmado, por miedo escénico ya no me la juego a ir con
ropa “desahogada” en lugares donde me pueda despistar porque… ¡ancha es Castilla!
Y
respecto a “nuestras amigas catalanas”, pues ninguna novedad novedosa-amorosa salvo que parece
que, como dirían los americanos, Alberto ya está jugando en alguna "base" más que yo, que
todavía sigo calentando banquillo con “mi querida” María. Y lo más raro de todo es que
nunca menciona a su novio para nada… ¡¿Es normal?! Se supone que cuando uno o una
están enamorados pues se llaman por teléfono para decirse cosas bonitas, y de repente suspiran si algo ñoño les
recuerdan a ellos, y chorradas de esas que tan poquitas veces he experimentado… pero
es que esta tía no me cuenta nada de nada. Igual de aquí un tiempo me dice que se casa
y que si le puedo y quiero llevar los anillos. En fin… Menos mal que Alberto, que
siempre está atento a mis silencios incómodos, cuando me ve que me quedo
bloqueado que no sé que decirle a la muchacha, como mi mejor amigo que es, sale en mi
ayuda y se las ingenia para que seamos los cuatro los que fluyamos en la
conversación, ahora que parecemos parejas de dobles de tenis. Normalmente yo sigo callado, porque cuando esto me sucede me
cuesta arrancar, pero no sé que haría sin él… siempre ¡al rescate!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué fue del verano del 96?