Después de pasar algo más tres semanas en
Castellón (y ‘alrededores’) por las vacaciones de Navidad, esta mañana he
vuelto a Barcelona para organizarme un poco antes de los exámenes que están a la vuelta de la esquina; el
lunes re-comenzamos las clases. Y ya que hablo de la Universidad: ¡Qué poquito
he estudiado estos días pasados! Pero bueno, así es la vida; mejor dicho: así
es mi vida. Y no me arrepiento de nada…
Ya no sé ni cuándo fue la última vez que
pude escribir, porque a los pocos días de estar en mi casa, pasada la Nochebuena,
a mi hermana se le quedó colgado el ordenador y tuvimos que llevar la torre a
la tienda… y aún no nos la han devuelvo reparada, a día de hoy, porque se ve
que tienen que traer una pieza de Alemania. ¡Malditos informáticos! Son los
mecánicos del futuro (bueno: del presente). Y digo yo: ¡¿Cuánto se tarda en
traer una pieza de cualquier ciudad germana hasta España?! ¡¿Qué lo traen, en
burro?! En fin que con esas estamos, y después seguro que por haber tenido allí
el equipo aguardando nos hacen pagar una burrada, nunca mejor dicho. Y claro, nada
más venir aquí hace unos minutos me he puesto a escribir… porque como no están
ni Emilio ni Alberto para comentar la jugada, me apetecía rememorar lo sucedido a las puertas de aquel
castillo, o sólo por el mero hecho de teclear más o menos con sentido y sentir
que de mí van saliendo palabras que forman un texto que guardaré para siempre también
en mi corazón (por si este ordenador se queda colgado, le entra un virus o el disco duro
revienta sin más y nos quedemos sin la información de dentro. Fenómeno destructivo que
siempre tengo en cuenta, por eso suelo guardar cada cosa que escribo en un disquete).
A lo que iba: Navidad, dulce Navidad.
Pues la verdad sea dicha, dulce sí que ha sido, porque además de que mi madre es
una excepcional cocinera y pastelera, a mí me encanta el dulce: soy muy goloso,
como mi padre, y siempre que vuelvo a casa aprovecho la ocasión para ponerme
las botas. Bueno, debo decir que ésta es la primera vez que regreso por
Navidad… pero como si lo hubiese estado haciendo toda mi vida. Las cosas
seguían y siguen igual por allí: me siento muy querido y apoyado siempre por los míos. Pero no iban por ahí los tiros (jejejeee) Y
ya que menciono el tema del cariño y del apoyo, ¡¿qué más podría reseñar de
estos días lluviosos de invierno…?! Hombre, pues ‘Fin de Año’.
Ésta ha sido la mejor Nochevieja de
todas las que yo recuerdo. Sintetizo: Emilio se vino a pasar unos días a mi
casa, ya que el pobre pasaba sólo la Navidad, y entre Alberto y yo decidimos
que se dividiera entre Barcelona y Castellón. Yo al principio tenía un poquito
de miedo por el tema de mi hermana y todo eso (todo eso es ‘Emilio’), pero todo
fue de maravilla y mi madre ha estado encantada con el muchacho. Se ha
comportado como un hermano más y no la hemos liado mucho. Otra cosa fue cuando pisamos
Peñíscola para pasar ‘Fin de Año’: no tengo palabras. Mis amigos de toda la
vida de Castellón habían reservado un apartamento allí para pasar el 31 de
diciembre, el 1 de enero, que era miércoles, y el día 2 por la mañana nos
volvíamos a casa: yo a Castellón y él a Barcelona. Bien,
la noche del 31 no pintaba muy bien cuando a eso de las 7 de la tarde, cuando empezamos a beber calimotxo, se puso a
llover. Y a las 23:59 seguía lloviendo… Lo sé porque hacía ya bastante rato que
Emilio y yo nos había fragmentado del grupo (yo detrás de él para que no la
liase) y radiocasete en el hombro íbamos de puerta en puerta sonando la canción
de Mecano 'Un año más' ("… Entre gritos y
pitos los españolitos, enormes, bajitos hacemos por una vez algo a la vez…")
y disfrazados con unas gafas de sol de plástico tamaño XXL de color fosforito (él
de azul y yo de verde). El resultado de ir molestando a la gente, hablando de
números, no fue el mejor: si llamamos a quince apartamentos, sólo en uno nos
hicieron realmente caso. Eso sí, si hablamos de letras... y en este momento cabe hacer un inciso o un
hincapié, ambos me valen, para decir que gracias a aquellas majísimas chicas gallegas que
nos abrieron y se descojonaron de nosotros en nuestra cara, nos quedamos mano a
mano allí con ellas hasta el lunes 6 (antes de ayer)… ¡Cuatro días más de lo
previsto! Sin coste y sin cargo, pero de traca mix. Y como decía Mayra
Gómez Kemp en el 'Un, Dos, Tres': ‘Y hasta aquí puedo leer’...
Resumiendo: las mejores navidades de mi vida... 'Benvido 1997’ (Ya pasó
uno más).
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