(03-02-1997)
Sumergido… perdón, vuelvo a empezar. Ahogado en plenos exámenes (mis primeros desde
que aterricé en Periodismo) y con un
frío que pela (“la pela es la pela”) en Barcelona, he aprovechado el fin de
semana para bajar a Castellón a ver y disfrutar de mi familia. Otros compañeros
míos de clase que estudian aquí y viven también fuera se lo toman como una
obligación (ir a saludar a los suyos), pero para mí es una necesidad. Me encanta,
lo adoro y vuelvo siempre con una gran sonrisa y energías renovadas haya sido
como haya sido la semana… y estas últimas no se me están dando muy bien, con lo
cual la visita se tornaba ineludible. Claro, en el Instituto podías dejar un
examen para el último día, pero el temariazo que nos entra en la Universidad
hace que dicho suceso se convierta en una hazaña… mejor dicho: en un milagro. Y
como los milagros dicen que no existen, pues eso: ando (nado) con el agua al
cuello. Pero nada que no me merezca, repito. Aunque no me puedo quejar… ni lo
voy a hacer. Soy el único culpable de mi presente y de mi futuro (a corto plazo).
Ayer, en el trayecto
Castellón-Barcelona en el tren me sucedió algo bastante curioso e inusual, y
cuanto menos reseñable y comentable… y mira que mi vida suele ser bastante,
bastante tranquila (un poco menos desde que conocí a Emilio, pero sin grandes sobresaltos).
Pues iba yo sentado en el lado del pasillo en la parte izquierda fila 6, de
cara al destino, y como tenía el asiento de la ventanilla libre pude
dejar mi mochila allí tranquilamente, y me dispuse a escuchar en el walkman un variadito de canciones del Brit-Pop que me grabó Alberto con
temazos de Oasis, Blur, Pulp, Suede, Elastica, Lush y demás grupos que han
venido (y hemos visto) o podrían venir al FIB próximamente. Y entonces en eso
que escucho un tumulto que viene del vagón de detrás del mío, me giro y veo
aparecer a la chica más guapa que jamás había visto aparecer con unos cuantos paparazzi
detrás de ella como agobiándola. Ella, monísima, con sus gafas de sol que le
cubrían media cara aunque la tarde estaba bastante nublada, cuando llega a mi altura se para, les dice que por favor le
dejen tranquila hasta Sants y que al bajar hará declaraciones, y se sienta a
mi lado saludándome al pasar por encima de mis rodillas como si nos
conociésemos de toda la vida. Los fotógrafos nos hacen unas cuantas
instantáneas y le dan una tregua… Yo supongo que habré salido con cara de "peroquéestápasandoaquí", y espero no ser portada de ningún panfleto de la prensa rosa... pero bueno, supono que es el precio de la fama. Lo suyo es que me quedé sin habla al principio y luego ya me solté la melena un poquito (... muy poquito).
Lo reconozco: siempre me ha faltado
decisión. Tengo a la mujer más bonita del mundo sentada a mi lado en el tren,
dándome conversación, majísima ella, con su mano derecha en mi rodilla izquierda, hablándome a
unos milímetros escasos de mi boca… y me quedo tan bloqueado que ni siquiera le
pregunto el nombre cuando, después de darme dos besos, nos despedimos. Ella me dijo que había sido un placer y no sé qué pensara ahora, a posteriori, pero el placer fue mío. Y yo sin
tener ni idea si es una modelo, presentadora, la novia de un torero o yo que sé… pero famosa
es, eso seguro, porque yo ya la había visto en la tele, pero como la suelo ver
mucho y menos programa de cotilleos y esas cosas… no caigo quien es. Se la
expliqué con detalles a Alberto, se lo conté a Emilio y a mi hermana, me dieron
nombres y más nombres de posibles candidatas (que he buscado en Internet) pero nada
de nada. La chica misteriosa del tren con la que estuve hablando de cine y de
Woody Allen parece que no existe en el reducido panorama nacional de “tías muy, muy buenas y
muy, muy simpáticas a la vez”. Aunque pensándolo mejor: si cualquiera de las fotos que me hicieron con ella (aunque parezca atontado) sale en alguna revista, sabré como se llama y a qué dedica el tiempo libreeeee... ¡¡¡Me las voy a comprar todas!!! Cómo salga será de traca mix. ¡¡¡Qué locura!!! Pero bueno: mañana tengo un examen importantísimo y ahora no me la puedo quitar
de la cabeza. Sinceramente, ni puedo ni quiero…
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