(28-10-1996) ¡Hoy
he vuelto a la Universidad! Diez días después, en clase, me he re-encontrado
con María. No ha ido tan mal la cosa, diría yo… más que nada porque me he hecho
el despistado entrando por la puerta contraria a donde estaba ella y saliendo
antes de que el profesor acabase. Así toda la mañana. Ahora, además, se pensará que
soy un friki, pero bueno, lo asumo: aún no estoy preparado para un careo.
Ayer
por la noche volví de Castellón de pasar el fin de semana con mi familia, ya
que el anterior no fui víctima aún de la resaca, y hoy, a primera hora, me he
armado de valor para regresar a las aulas. Pero ¿por dónde iba? ¿Dónde me
quedé? A sí, todavía no había empezado a llover como en Cantando bajo la
lluvia, ni yo a abrazar farolas, también como en Cantando bajo la
lluvia… y María y yo nos estábamos conociendo mejor en la fiesta de
Medicina, al igual que Alberto y Lucía, su amiga, también encantadora. Mientras,
Emilio danzaba a nuestro alrededor como si se tratase del mismo Dionisos, dios
del vino y las mujeres… Y a mí más bien me recordó al propio Jim Morrison en
estado de exaltación de la amistad, aunque él nos confesó que creía que no
había tomado drogas… ¡¿Creía?!
En
aquel mismo instante la noche pintaba bastante bien: no sé por qué motivo
(azar, casualidad o destino) pero allí estaba yo, hablando con María, mi
compañera en 1º de Periodismo, a la no había podido evitar mirar varias veces en
clase porque físicamente me sentía atraído por ella; pero al conocerla me gustó mucho más… ¡De
traca mix! Y encima éramos los héroes de la noche, sin quererlo, como en Espías
como nosotros, Dan Aykroyd & Chevy Chase ligándose a dos bellísimas
catalanas y las otras chicas que nos rondana nos daban una frotadita cariñosa
en la espalda como claro símbolo de devoción… Y todo por vacilar a los “seguretas”
del recinto. Y claro, yo me creí invencible.
Después
del concierto comenzó la Disco Móvil, y en una de aquellas, como no, me dejé
llevar por el ritmo de John Travolta & Olivia Newton John en Grease
con su ‘You’re the one that I want’ y arrastré a la pista de baile (véase el
centro del campo de fútbol) a una encantadísima María para que me acompañase en
la coreografía mientras yo, con mi inglis pitinglis, cantaba aufórico: Yuar
deguan dataiguan... uh, uh, uh Joni. Y a medida que íbamos
intimando más, como tan pocas veces a mí me había sucedido con alguien que
acabas de conocer, y bajo los efectos del alcohol, comencé a decirle frases del
tipo: “Es que parece como si nos conociésemos de toda la vida”. Pero el cenit
de la fiesta llegó con la ‘Barcelona es poderosa, Barcelona tiene poder’ de
Peret cuando la gente se volvió loca, justo cuando la tormenta hacía su
aparición estelar y comenzamos a sentir las gotas en nuestra cabeza que
penetraban por las goteras de la carpa... Aquel instante fue el elegido por ella,
tan simpática y tan natural como estuvo en todo momento, para quedarse
mirándome fijamente con una medio sonrisa, tan dulce, y parafraseando a Casablanca
a su manera me dijo, mientras me acariciaba su mejilla izquierda con su mano
derecha: “El Mundo baila rumba y nosotros nos enamoramos”. ¡Madre mía! ¿Qué
podía hacer yo? ¿Eso no son “señales”?...
Hay una escena en Sueños
de seductor en la que Woody Allen se cita con una ninfómana que le está
lanzando todo tipo de indirectas, y cuando el bueno de Woody ataca a la yugular ésta le para los pies. No es que diga que María sea una ninfómana, ni mucho
menos, pero es que ¡yo que iba a saber que tenía novio! Pues sí. Ella me pidió
disculpas por si malinterpreté sus palabras, pero me dijo que estaba tan a gusto
que le salió solo... antes de hacerme la cobra, cuando yo, poseído por
el espíritu de Humphrey Bogart me abalancé sobre ella.
Lo reconozco: siempre he sido un poquito como Léolo,
el niño fantasioso de la película de su mismo nombre que para no volverse loco
repite: "porque sueño, yo no lo estoy". Y además bastante inseguro... por eso ante aquella tesitura me vine arriba. Dicho esto, y una vez ella me dejase claro que tenía novio,
que supuestamente estaba por ahí pero que no le hacía mucho caso… yo me quedé
de piedra. Pero no de piedra pómez, sino de piedra de roca. Paralizado, sin
habla, avergonzado… y encima medio-tocadito. Aquel fue el momento ideal de
entremezclarnos las dos parejas. A partir de ahí la noche, a pesar del anterior
altercado, transcurrió con normalidad: Emilio desapareció, Alberto y Lucía se
empezaron a enrollar y yo me quedé con María tratando de arreglar el Mundo. Antes, hubo un momento en que pensé en desaparecer de
allí, visto lo visto y el ridículo que había hecho, pero me supo mal por si al
irme yo la amiga de María se sentía mal por quedarse ésta sola y se iban juntas
a casa… no sé. La verdad es que me quedé por Alberto, que estaba en sintonía, y también porque seguía
estando muy a gusto con María, y por eso hubo una parte de mí que me decía que
no podía tener novio, porque si lo tenía ¿dónde narices estaba? ¡Yo tengo una
novia así y me hago más correoso que un central italiano!
Y se hizo de día y la fiesta se apagó, y entonces las
acompañamos a la calle Balmes, donde compartían piso también de estudiantes,
pero antes hicimos una parada para desayunar muy cerca de allí. Y yo aquello lo entendí como una
segunda oportunidad (tenía que ser mi particular Desayuno con Diamantes)... y se convirtió en mi segundo fracaso personal de la jornada. ¡Joder! Tampoco lo
vi venir: María se quedó medio-dormida en mi pecho, hablando de sus grupos de
música preferidos, sentados en aquella cafetería, mientras Alberto y 'la otra'
seguían comiéndose la boca. Y empezó a decirme yo qué sé de lo a gusto que
había estado conmigo y de la suerte que tenía de que fuésemos a la misma clase
cuando yo, de repente, me volví a lanzar mecánicamente muy despacito y… […]
Hay una melodía en el cine que todo el mundo reconoce: es
la de Tiburón, cada vez que aparece el depredador. ¿Verdad? Pues yo
estaba tan embriagado de amor que no me enteré que por la puerta entraba el
novio de María. Sí, al final sí que tenía novio: un armario ropero rubio. Y del susto
me caí de la silla cuando Lucía nos avisó. Bueno, gajes del oficio. Pero ante el descojone general, y
aprovechando que María fue a saludar a su Mr. Mazas, yo aproveché y decidí con
una bomba de humo ponerle fin a aquel partido que había comenzado bastantes
horas antes, y regresé a casa dando tumbos y más desmoralizado que nunca
repasando esta concatenación de sucesos que quedará para siempre en este
documento de Word (a no ser que lo acabe de escribir y lo tire a la papelera). Pero lo
peor fue no poder levantarme para coger el tren el viernes al mediodía y después quedarme sin billetes para
estar con los míos el finde. Luego, de la vergüenza, esta semana pasada no fui a clase
y me la pasé con Alberto y Emilio jugando en el ordenador horas y días
al PC Fútbol. ¡Qué locura! Fichando jugadores de los que nunca había oído
hablar, eso sí, con el Club Deportivo Castellón.
No sé… quizás hubiese tenido que quedarme hasta el pitido
final, hacer la de Pelé y que el público me sacase de allí a hombros como en Evasión
o Victoria, pero estoy acostumbrado a perder. El amor para mí, por
ahora, es como una película de la que no he sacado entrada. Veremos qué
acontece en los siguientes pases…
Ya tenía ganas de saber como acababa... jejejejej pobre Andres!!! pero que no se de por vencido!! nunca se sabe!!
ResponderEliminarme he reido muchiiiisimo.... como siempre!
Felicidades! ;)
Primero que nada decirte que muchísimas gracias, de nuevo, por ser tan fiel seguidora del blog ;) Es todo un placer & orgullo para mí!!! Y segundo, que me alegro un montón también que te haya gustado ;) ¡¡¡Graciaaaaas!!!
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